05/08/08

El QuiroCardiCuloLogo recuerda a Salvador de la Huerta


SALVADOR DE LA HUERTA
Compañero de clase de muchos de nosotros. Le llamábamos Chabelo o simplemente Chava. Por su gran estatura y físico corpulento, se sentaba allá atrás, junto con Lolys Certucha, Maria del Carmen Mezquita, Victoria Noemí, su prima y otros mas.

Era tranquilo, muy tolerante, buena persona, siempre dispuesto a ayudarnos en todos aquellos quehaceres donde nuestra estatura no llegaba o bien donde nuestro físico enclenque y escasa fuerza, no solucionaba nada. Siempre cooperaba, siempre, calladamente, ayudaba.

Yo creo que esta era una forma de pedir ayuda, de avisar que requería de amigos, que los necesitaba, mientras nosotros, escandalosos y traviesos, no dábamos importancia a aquel amigo que siempre estaba callado y tranquilo atrás del salón de clases y cuyo físico, hacia que nos ahuyentáramos simplemente porque imponía el estar cerca de el.

Al menos yo, cuando le tenia cerca, me sentía acomplejado por su físico y en cierta forma inhibido, pero en el fondo, envidiaba aquel cuerpo de buen mozo espartano que tenia Salvador y creo, que todos esos debiluchos compañeros que éramos, hubiéramos querida también tener, sobre todo, en esa edad en que la vanidad adolescente asoma y exige atención.
Cuando se acercaba a nosotros aquel corpulento, su adusta cara, cambiaba para ser amable y tratar de embonar en nuestro ambiente, pero definitivamente no encajaba en la uniformidad de pequeñas espaldas y delgados muslos de alfeñiques que teníamos. Ahora creo que, si hubiésemos tenido la sabiduría para cultivar su amistad y saber que detrás de aquel monumental cuerpo había una necesidad de amistad y una dulzura de espíritu, no habría sucedido lo que vino después.

Su físico y su necesidad de apoyo le hicieron encontrarse después en la ‘Escolta” de la escuela, que por cierto, conducía con rigidez y casi perfección, gracias a lo cual nos hizo lucir por varios anos ante el resto de escuelas Nogalenses, pero también, al verlos actuar sentíamos que nuestro pecho se hinchaba. Esta escolta, fue un ejemplo de marcialidad y de pulcritud por su vestimenta y por la exactitud de movimientos.

También incurrió en algunos grupos militarizados, tanto dentro de la escuela como fuera de ella. Todos ellos, fueron destacados por la exigencia que tenia en la ejecución, actuando el casi siempre como sargento. Por allí, en algunas ocasiones le acompañó “El Pasco”. Creo que también fue luchador, pero de esto no estoy seguro y quizá alguien nos pueda informar si tuvo actuación por allá en las arenas de Don Pedro González.

La limitación económica, con toda seguridad, hizo que no continuara sus estudios después de la Preparatoria y le vimos todos en su trabajo de Policía de Transito, con rostro adusto, firme, inmóvil en los sitios que tenia que vigilar y con estricta observancia de que las leyes fueran cumplidas. Pulcro y respetuoso siempre, en su galán vestido de Uniforme. Fueron muchas las veces en que fuimos detenidos por otros agentes y donde intervino con la autoridad que impone el físico, aparentemente para exigirnos cumplimiento, pero una vez solos, dejaba ir libremente a esos mocosos irresponsables y con auto que entonces éramos. Yo creo que esta fue otra forma de solicitar nuestra amistad y reconocimiento al tiempo que ratificaba su propia humildad de espíritu.

Lo perdí por muchos anos, pero en una ocasión en que viajaba con mi esposa con poco tiempo de casados, en mi primer VW, desde la ciudad de México hacia Nogales, fui detenido en “La Precos” a la altura de Benjamín Hill y de inmediato sometido a un riguroso e ignominioso cateo como suelen ser estas cosas por la policía judicial. Después de un rato de cateo, desde dentro de la oficina del “jefe” se escucho un sonoro “Suspendan esa revisión porque ‘ese es mi amigo” de inmediato fue suspendida y un poco asustados las cucarachas judiciales se desvanecieron. Apareció Salvador autoritario y con su siempre impresionante físico, ahora un poco mas maduro, pero con la misma actitud amorosa con los amigos. Le presente a mi esposa y me despidió con una sonrisa, un apretón de manos y un abrazo que hizo crujir todos mis huesos.

Pasaron al menos 20 anos para volverlo a ver. En esta ocasión llegaron a visitarme a Guadalajara Juanito de la Huerta, su primo; Marco Antonio Mercado, “El wiper” y el mismo Salvador. Puedo recordar los zancos y bancos de elevación que tuve que utilizar para tener platica a la altura de estas tres torres. Por cierto, y desconozco la razón, Marco Antonio Mercado siempre ha sido protector de Juanito de la Huerta. Quizá en “esos niveles” se conozcan los motivos que tiene para ello.

Salvador se mostraba pensativo, un poco ausente de nuestra plática, rayando en algo de melancolía; de repente participaba con nosotros en la jerga, pero después nuevamente, su mente se ausentaba. Finalmente, nos confeso, con voz baja y triste, como si fuera forzado en lo que estaba a punto de decir: “me va a matar pronto” añadiendo que nada ni nadie podía hacer algo al respecto. Tenía algunas propiedades que pondría a nombre de hermanos, madre y demás familia. Después de esta breve confesión, Su cara volvió a ser la misma de siempre, adusta, lejana, melancólica, pero evidentemente, como quizá siempre lo fue, necesitada de amigos, de caricias, de abrazos, de palabras de aliento, pero también quizá también su físico fue el impedimento mayor que le dio la vida para recibirlos, ahuyentando a los que podían animarse. En ese momento, ya fuese por el respeto que implica una confesión sorpresiva de ese tipo o por no parecer tontos con algún argumento de relleno, hubo un silencio prolongado a lo que siguió una plática forzada tocando banalidades e intrascendencias. No supimos que decirle, que comentarle y aunque lo vimos por varios días, no repitió lo que dijo, ni solicito apoyo, ni pidió aliento. Fue valiente, como sabiendo que tenia un final seguro y habría que enfrentarlo. Su aparente hombría, era real, era genuina. Aproximadamente un mes después lo encontraron ejecutado en Ciudad Juárez. Nuevamente cometimos el mismo pecado.

Hay momentos para todo, la vida nos brinda oportunidades. Recibimos casi constantemente mensajes donde leemos de amigos que no se animaron a abrazarse y ya no tuvieron otra oportunidad. El vaso de alabastro solo se quiebra una sola vez. Hay una sola oportunidad de ofrecer el mejor perfume o la mejor caricia.

Salvador fue mi amigo, quiso ser amigo de todos. El me abrazo y nos hubiera querido abrazar a todos. Cuando vio el final, busco a sus amigos, a esos que se hacen en la adolescencia. Es precisamente esa época, donde, sin pretenderlo, se forman las mejores y mas duraderas amistades. La naturaleza es sabia. Después, aunque nos forcemos para entablar amistades, ya no es lo mismo. Lo mejor aparece cuando menos se busca.
No sabemos, si en cada reunión, estamos también despidiendo a alguien. Y no pretendo parafrasear a Borges. Estoy seguro, que todos recordamos al buen “Chabelo”, Salvador de la Huerta, amigo de todos.

A su Memoria…

R. Siordia Z.

Posted by Picasa

No hay comentarios.: